9 de julio de 2020
Este libro es una recopilación de varios cuentos de Selva Almada. Reúne relatos que tuvimos la oportunidad de leer en sus trabajos anteriores y otros que fueron publicados en diarios y revistas culturales durante estos años.
La autora tiene el talento de transportarnos a lugares y momentos sin necesidad de una sobrecarga de descripciones. No busca lo extraordinario; no hay excesos, pero tampoco escasez.
Para lo que crecimos en pueblos pequeños del interior del país, estos cuentos son un pasaje al recuerdo nítido de experiencias en común. Para aquellos que no, es un descubrimiento hermoso que vale la pena.
Los relatos están repletos de siestas, de ese olor a calor que invita a jugar en vereda, de la tristeza de las despedidas de los que se van a la ciudad, del rumor que se transforma en mito.
La mirada de los niños sobre lo que pasa a su alrededor, la percepción de esos vínculos inocentes que son la construcción con la que crecen. La complejidades propias de la adolescencia, pero enfrentándose exclusivamente a miradas conocidas. Los mandatos en la adultez; la naturalización de acciones que se creen extintas por parte de hombres y mujeres, pero que en realidad lamentablemente siguen vigentes desde la costumbre y lo conocido.
Estos cuentos son el reflejo de una época y de un lugar; son la creencia, la leyenda, la fiesta patronal, el primer amor, la soledad, el abuso y la propiedad.
El ritmo es el justo, no decae y transmite lo necesario para que el lector se sienta un vecino más que mira a los chicos sacar moras del árbol más cercano.
Es un buen momento para leer relatos y Selva Almada es, sin lugar a dudas, una de las mejores voces de la narrativa contemporánea.
Por: Agustina Ferreyra
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