Tierra, techo y trabajo desde una perspectiva feminista
Cuando pensamos las problemáticas desde los feminismos, las desestructuramos y las cuestionamos desde lugares muy distintos a los tradicionales. Empezamos a hacernos preguntas como, ¿quiénes acceden a los recursos? ¿De qué manera lo hacen? ¿Cómo los administran? En definitiva, ¿quiénes tienen lo que hay que tener para vivir una vida digna? Es ahí, cuando rascamos la olla de las respuestas, que observamos que la desigualdad de género lo atraviesa todo, también a un derecho fundamental como lo es el acceso a una vivienda digna, porque finalmente, mantener una perspectiva de género, es decir, abordar la temática de hábitat desde los feminismos, es poner sobre el tapete la desigualdad social y difuminar la línea que separa la esfera privada de la pública. Lo doméstico es político.
Casillas prendidas fuego, lejos de ser una metáfora, se transformaron en la imagen real de la represión de la toma de Guernica. ¿Cuál es el mensaje de dicha imagen en una provincia que tiene un déficit habitacional de aproximadamente 1.240.000 familias?
“El problema habitacional no es un tema coyuntural, es un tema estructural, histórico y profundo, al que hay que darle una respuesta multidimensional”, expresó el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, en la presentación del Plan Bonaerense de Suelo, Vivienda y Hábitat. La problemática es estructural, ya que responde a la desigualdad histórica existente en relación al acceso a la vivienda, pero la respuesta coyuntural no puede ser nunca la represión.

-Las condiciones de las tomas son terribles. Sin acceso a recursos básicos como agua potable, electricidad en condiciones seguras, higiene, calefacción, entre otros, no hay vivienda digna garantizable, pero la desesperación de no tener la posibilidad de tener un techo, es lo que lleva a muchas familias a tomar terrenos y arriesgarse a vivir en una situación de inseguridad total.
Venimos de un gobierno que solo entre el 2018 y el 2019, redujo en un 47% el presupuesto nacional de los programas de Vivienda del Ministerio del Interior, y que prácticamente anuló el presupuesto para viviendas sociales. A los niveles de pobreza legados por dicha administración, se le sumó la crisis generada por la pandemia, que a su vez, incrementó la violencia intrafamiliar, así como otros tipos de violencias por motivos de género, agravados por la cuarentena.
Asimismo, cuando hablamos de pobreza, hablamos de feminización de la misma. Las mujeres somos las que padecemos las tasas más altas de desocupación y de informalidad laboral. También ganamos un 29% promedio menos que nuestros pares varones, brecha que alcanza el 35%, en el caso de las asalariadas informales. Por otra parte, la situación de pobreza se agravaba en los hogares monoparentales, o mejor dicho, monomarentales, ya que el 84% de los mismos está a cargo de una jefa de hogar.

En este contexto se produjo la toma de Guernica. Personas sin empleo, asalariadas informales, vulnerables a las peores condiciones de salud en medio de una pandemia, muchas de ellas mujeres a cargo de niñes y adolescentes, que quizás escaparon de alguna situación de violencia.
No podemos ser indiferentes a esta realidad de desigualdad atravesada por la cuestión de género. Si pretendemos cambiar las cosas, tenemos que deconstruir la noción que pretende poner a la propiedad privada por encima de un derecho humano como el de la vivienda. Demos vuelta el hecho de que un terreno baldío valga más que la dignidad de una persona, la salida, o la entrada, es la política, nunca la represión. De eso se trata también tener una perspectiva de género.