Nuestro abrazo de gol
por Ayelen Álvarez
Debates sobre el rol del feminismo tras la muerte de Diego Armando Maradona. Tras el pasado 25 de noviembre, se incrementaron los juicios a nuestros valores y creencias, y junto a ellos, la ineludible instancia de reflexión sobre nuestra autenticidad como feministas.
“Contradicción” fue el factor común entre nosotras luego de enterarnos sobre la repentina muerte de Maradona. Para algunas, un ex jugador de fútbol que siempre conservó la ventaja del silencio y ocultamiento de sus actitudes machistas por ser el gran ídolo argentino, para otras, el eterno desclasado que supo enfrentarse a los grandes poderosos y logró la reivindicación de la idiosincrasia del pueblo argentino. Pero lo que sin dudas se enalteció en estos días, fue la capacidad de juzgar los sentimientos de nuestras compañeras feministas. Se disputó una especie de partido de fútbol en el que se buscaba hacer el gol ganador, ese que otorgara la medalla a la mejor feminista, la intachable, la inequívoca. Incluso, figuras públicas de resonancia y contribuyentes en nuestra lucha, fueron víctimas de acusaciones injustas luego de manifestar su adhesión y comprensión con el dolor por la muerte de Diego. Esta situación deja en evidencia las mil contradicciones que las feministas sorteamos y gambeteamos constantemente en cada esfera de nuestras vidas, pero por sobre todas las cosas, queda manifiesta la intolerancia teórica a las que estamos expuestas en función de los preceptos feministas. En pos de una lucha intachable, se olvida la esencia que subyace en cada una de nosotras, esa esencia que, con errores y aciertos, anhela constantemente la igualdad en oportunidades y derechos. ¿No resultaría más conveniente enfocarnos en ello?

Maradona, el Dios, Maradona, el gran macho argentino. Lo sabemos, lo señalamos, lo repudiamos. Ni olvido, ni perdón. La mediatización de su propia vida lo demostró, y en estos tiempos de máscaras, la sinceridad es un valor agregado. Hagamos hincapié en los contextos. ¿Qué podríamos esperar del típico niño futbolero, criado en un potrero en la década del ’60? Lo que fue, el más macho de los machos. Por esa razón es el Dios más imperfecto, porque su persona no tuvo nada divino, sino todo lo contrario, la esencia maradoniana se sustenta en la existencia más terrenal. Y desde allí, compañeras, desde las miserias más grandes, es desde donde nacen las luchas. Diego encarna la bella perfección de lo socialmente logrado, encerrado en un ser tan humano.

Maradona es un fenómeno, no una persona. Algo inexplicable que no todos/as podemos comprender, porque existe en nuestra conciencia colectiva, sin desearlo y sin saberlo. Maradona es un hecho social, y en esa instancia inherente a nuestros estados más conscientes, desde la existencia más terrenal posible, se eleva hasta las alturas, utilizando la pelota como puente. “El Diego” es la reivindicación de les humildes, es la contradicción de que el ser más imperfecto haya dado las más grandes satisfacciones a nuestro pueblo. Gracias a él, les desclasades y eternes olvidades se vieron motivades. Esta es su cualidad divina, en contraposición a aquellos pertenecientes al poder de nuestra sociedad, que para el pueblo solo construyen un camino escéptico de oportunidades y derechos, y un camino aún más difícil para las mujeres.
Este en nuestro abrazo de gol. El feminismo y la comprensión. La empatía y consideración. El feminismo es un proceso y la vida es una contradicción. Cada una de nosotras conserva respetables razones por las que tomamos posición frente a determinadas cuestiones, tenemos historia, recuerdos y anhelos, tan propios y tan ajenos. La esencia feminista nos marca el camino, nos direcciona y guía, pero no fuerza, no encasilla, no adoctrina. Ante tanta intolerancia respecto a los deseos de nuestro género, el respeto y la contemplación entre nosotras resultan cruciales. Esta comunidad, nuestra comunidad, no debería regirse bajo preceptos utópicos, sino reales, eficaces para con la realidad que atravesamos, auténticos y genuinos, comprendiendo nuestra historia y la real noción de nuestro verde corazón.