Conmoción en Bolivia por el femicidio de una estudiante
Celinda fue asesinada el pasado sábado cerca del mediodía, en pleno centro de La Paz, Bolivia. Su ex novio, identificado como Andy Mauricio R. P., la apúñaló a la altura del cuello y ella murió de manera instantánea.
Celinda tenía 27 años y estaba a días de viajar a Estados Unidos ya que había ganado una beca. Al salir a festejar la noticia fue asesinada por su ex en la calle Tarija, de la capital boliviana.
Según informó el medio local Éxito Noticias,una semana atrás Celinda le había pedido a su ex pareja que se dieran tiempo en su relación de noviazgo. Él no estuvo de acuerdo con la decisión y la acosaba constantemente.
En febrero, el fiscal general del Estado, Juan Lanchipa, aseguró que cada dos días una mujer es victima de femicidio en Bolivia y expresó su preocupación “por el incremento de la violencia hacia los sectores vulnerables como son las mujeres, las niñas, niños y adolescentes, lo que muestra que no basta hacer leyes, sino trabajar desde el seno mismo de la familia inculcando valores de respeto a la vida de las personas”.
Entre enero y septiembre de 2018, según datos oficiales de la Fiscalía General, en Bolivia se había registrado 85 casos de femicidio. En el último trimestre del año, según el recuento de Página Siete, un diario boliviano, el año terminó con 111 femicidios, dos más que 2017.
Números altos pero comparados con los de la Argentina representan menos de la mitad. Combatir los femicidios requieren una respuesta integral que trascienda Estados. #NiUnMenos debe ser una política de Estado para que paren de matarnos a las mujeres y a las disidencias.
32 años esclavizada, liberan a víctima de trata de personas
Este fin de semana Gendarmería Nacional logró rescatar en la ciudad boliviana de Bermejo a una mujer de 45 años de edad y a su hijo de 9 años nacido en cautiverio.
P. tenía 13 años cuando en 1987 viajó a Bolivia junto a su hermana y la pareja de esta, un ciudadano boliviano de 50 años de edad con promesas de trabajo y una vida mujer. La hermana tenía un bebé de pocos meses. Tres meses después su hermana escaparía sola, luego de haber trabajado en un prostíbulo de la familia de su pareja.
En julio de 2014 la mujer denunció la desaparición de su hermana, pero luego de 27 años no había muchas precisiones. La PROTEX comenzó las primeras comunicaciones, libró un oficio al área de Interpol de la Policía Federal. Mientras tanto, la PROTEX recibía un dato de una denuncia anónima: P. estaría en la ciudad boliviana de Bermejo, departamento de Tarija, a 200 kilómetros de la frontera argentina. No había mucho con qué salir a buscarla. Apenas un testimonio, una partida de nacimiento. Así, comenzaron las búsquedas, tres años de resultados negativos, hasta diciembre de 2017.
El 22 de diciembre, un año después, la Unidad Antitrata de la Policía de Bolivia finalmente dio con ella en el lugar, un amplio complejo de tendales con techo de chapa y galpones.
Ante los policías, de acuerdo a lo publicado por el portal Infobae P. dijo que quería volver a la Argentina, que su explotadora y captora no era un hombre, un proxeneta, sino una mujer que la obligaba a ella y a su hijo a trabajar en el puesto, que la mantenía encerrada bajo llave en un garage de paredes color verde agua.
Varios patrulleros fueron hasta la casa. Los policías bolivianos pudieron constatar el relato de P. Las condiciones donde vivía con su hijo eran deplorables. Detrás de vehículos había un placard, que actuaba como una especie de subdivisión con un acceso cerrado por dos candados. La captora de P. fue detenida: tenía en su poder los documentos de P., ya no argentinos, sino del Estado boliviano.
Dos días después, asistida por personal de acompañamiento de la Procuración y Gendarmería, P. regresó a Mar del Plata para reunirse con su familia, un viaje que comenzó primero en un avión desde Salta a Aeroparque, luego en un micro desde Retiro.
La Justicia sobreseyó a la mujer que pasó cocaína desde Bolivia para pagar la quimio de su hijo
El juez federal de Jujuy Ernesto Hansen firmó el fallo que absuelve a Claudia Suárez Eguez. A mediados de noviembre el fiscal federal Federico Zulueta había levantado la acusación contra Claudia, al considerar en su dictamen que tras conocerse el calvario de la mujer y de su hijo ya no quedaban argumentos para imputarle el delito de transporte de drogas, dado que la intención había sido evitar un mal mayor.
Claudia Suárez Eguez cruzó como mula cocaína desde Bolivia en la desesperación para que su hijo Fernando de 13 años tenga acceso un tratamiento oncológico. 700 dólares le iban a pagar por cruzar aproximadamente un kilo de cocaína. Luego de pasar un año presa y a casi dos meses de conseguir un permiso para salir y acompañar al nene en sus cuatro últimos días de vida, esta mujer de 33 años finalmente fue sobreseida el día martes.
Su hijo luchó trece meses contra un cáncer de huesos, casi el mismo tiempo que su mamá estuvo presa. Fernando murió el 17 de octubre, la justicia le permitió acompañarlo en sus últimos días.
Claudia no es narcotráficante, es víctima de la precarización, de la pobreza. En Argentina, la infracción a la ley de drogas es la principal causa de privación de la libertad de mujeres. El 41% de la población carcelaria femenina (1.477 sobre un total de 3.413) se encuentra en esa situación por delitos tipificados en la ley 23.737. La cárcel donde estaba detenida Claudia, es el penal General Güemes, conocida como la cárcel de las mulas.
El caso tuvo trascendencia internacional, el Estado boliviano ordenó que los tratamientos oncológicos sean de acceso gratuito para sus ciudadanos y ciudadanas.