PH: Agustina Sosa.

Opinión

El histórico aporte de las que nunca aportaron

Son las que conocen los precios del supermercado. Las que no ceden ante la especulación de quienes esconden algunas marcas de aceites o de yerba mate. Las de los dedos con relieve producto de la artrosis, enfermedad que no les impide dibujar una ve corta insignia peronista en cada foto, en cada marcha, en cada reportaje televisivo. Son “las que nunca aportaron”, según repiten tantos hombres, muchos de ellos maridos, hijos, hermanos, vecinos… como si décadas de lavar los platos, tender la ropa, poner el mantel y planchar las camisas no fuesen un trabajo silencioso y cotidiano. Son ellas, las amas de casa, la que hoy salen a defender a quien supo reconocerlas legal, política, y económicamente: Cristina Fernández de Kirchner.

3 de septiembre de 2022

*Por Agustina Sosa.

La pantalla de C5N está clavada en el televisor de la cocina. Pasan los días, se amontona la militancia que escolta el departamento de la Vicepresidenta entre humo de choripanes, bombos y banderas azul francia que viajan desde La Matanza, invadiendo las sombras color ocre de las prolijas esquinas de Recoleta. Horas antes, entre risas, memes, y fotos, la vecina de Cristina (que se posicionaba como alguien profundamente anti kirchnerista) les cuenta a los medios de comunicación que no hay odio ni violencia en esa resistencia, y se refiere a los muchachos como “bombones peronistas”. Esta imagen dibuja un suspiro pacífico en el corazón de muchos y muchas. ¿Será que por fin pudimos volver a encontrarnos? ¿Será que hubo reconciliación entre las señoras de Recoleta y los sujetos a quienes denominan “planeros”? ¿Será que tan sólo había que volver a conversar para desmitificar tanto prejuicio y ver que en el fondo somos más parecidos que aquel relato agrietado que nos inculcan los periodistas?.

9 de la noche. La pantalla de C5N sigue clavada en la cocina de casa. Mi madre me dice: “Quisieron dispararle a Cristina”. Dejo el labial rojo con el que me estoy pintando la boca para ir al programa donde trabajo y me quedo helada frente al televisor. Empiezo a temblar y también a llorar. “No, ahora no llores” -me dice en seco esta señora que es mi madre, más o menos de la misma edad que la vecina de Cristina y que Cristina- “ahora no llorés porque tenés que ir a trabajar”, agrega. Pero yo sé que ese reto es un doble mensaje: por un lado, está condenando cualquier intento de aparecer en pantalla con ojos hinchados, jamás me lo permitiría; por otro lado, está diciéndome un “te lo dije” que se tatúa en mi ingenuidad millennial, de haber leído hasta el cansando que la muerte acecha a este país constantemente, pero que sólo es necesario que cruce la dimensión de la virtualidad hacia la realidad, un muchacho de casi mi edad, con una poderosa arma que por milagro, por Néstor, por Dios, o por el Diego, no quiso funcionar…

"Las que no aportaron" de Córdoba, movilizaron en defensa de Cristina y de la Democracia.
Ph: Agustina Sosa.

Viernes a la tarde. El frescor de un incipiente septiembre se cuela entre los rincones de la playa de estacionamiento donde dejamos el auto para ir hasta el punto de encuentro de la movilización en defensa de la Democracia y de Cristina. Bajo con dos amigas, de la edad de mi vieja, de la vecina de Cristina y de Cristina, que me ayudan a cargar carteles que rezan: “Democracia Siempre”.

A primera vista, creíamos que faltaba gente, que la convocatoria iba a ser decepcionante. A segunda y tercera vista entendemos que no faltaba gente: la gente estaba independientemente de las banderas. La gente estaba autoconvocada. La gente estaba con carteles y cartelitos de todas las formas y colores: fotos de Cristina impresas, fotos de Cristina de alta calidad, fotos de Cristina a color y fotos de Cristina en blanco y negro. La mayoría de esa gente eran señoras. Esas que soportan de manera estoica que la crianza de sus hijos, que despertarlos para ir al colegio, que calentarles la ropa en la estufa, que atravesar las adolescencias sinuosas, que comprarles ropa para los cumples de 15, que lavar los uniformes de trabajo y también escolares, que barrer una y otra vez sueños frustrados, que traer a casa la comida de precios sobreinflados y poner la cara para pelear con los comerciantes - todo eso- soportan que sea discutido como si no fuese trabajo.

La imagen de Cristina como bandera.
Ph: Agustina Sosa.

Las reconozco por sus buzos azules o verdes. Por sus camperas por demás abrigadas. Por zapatillas deportivas que nunca, o casi nunca, son de este año. Las reconozco por sus cabelleras apuradas y batidas. Por sus posturas fuertes, firmes, y erguidas. Por la mirada sólida de quién no le debe nada a nadie, excepto a Cristina. Las reconozco porque la gratitud de sus ojos expresa que no van a tocarla. No lo van a hacer. O al menos no gratuitamente.

Cuando la “Jubilación de Amas de Casa” se transformó en política de Estado, se abrió un nuevo mundo en donde cientos de miles de mujeres fueron incluidas al sistema jubilatorio, a una obra social, a un reconocimiento individual por encima de cualquier marido o situación familiar.

Y en ese sistema ingresaron miles de mujeres que trabajaron por años en condiciones informales, que aportaron a este país tanto como cualquier otro habitante porque fueron las artífices de múltiples estructuras institucionales: la estructura familiar. Estas mujeres, que hoy se encolumnan de una manera contundente en las calles de Argentina, a lo largo y ancho de todo el país, fueron piedra fundamental para el impulso feminista de muchas otras conquistas que vinieron después.

Quizás, muchas de ellas sean peronistas. Quizás, muchas de ellas se reconozcan solamente como “kirchneristas”. Probablemente, también existan muchas radicales, socialistas, o apartidarias. Posiblemente, muchas de esas mujeres hayan sido militantes en los 70s. Muy posiblemente, hayan sido esposas de militantes de los 70s. Generacionalmente, son las que bordean los 70 años. Misma edad que la vicepresidenta de la Nación que fue disparada en su cabeza hace horas nada más y aún así no se detuvo.

Jubiladas por Cristina movilizadas. Ph: Agustina Sosa.

“¿De qué madera están hechas las mujeres de los 70s?”, pienso.  Vuelvo a casa. Le pido a mi vieja que por favor basta de C5N por hoy. Sorprendentemente me hace caso. Le pregunto qué cree que va a pasar. Con los ojos llenos de lágrimas me dice que no lo sabe. Suena el teléfono, una amiga de ella me avisa que ha colgado el cartel de Cristina que armamos con una amiga de mi edad en su casa.

Suena el teléfono nuevamente: me avisan que los carteles que armamos y diseñamos con una amiga y publicamos en las redes sociales, han llegado a otras provincias como Jujuy.

Me emociono y me fijo en las fotos: las que llevan los carteles son, otra vez, muchas mujeres de 70 años (más o menos).

Esas mujeres. Las otras señoras bien. ¿Quizás las verdaderas?

La revolución de las viejas viene oliendo a jazmín.

La revolución que las más jóvenes tenemos el deber de continuar.

*Agustina Sosa es periodista cordobesa, Licenciada en Comunicación Social.

Twitter: sosagustina

Instagram: @sosagustina

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