Por Victoria Marro.

¿Cómo se habla del tema más hablado?, ¿de qué y para qué escribo yo un 24 de marzo? Con eso en la cabeza, procrastiné esta nota todo lo que pude. Ir a la Plaza, después de dos años sin marcha, sí me entusiasma, me entusiasma tanto como a los 17, cuando fui por primera vez, en Córdoba. Se cumplían 30 años del golpe, yo entraba a la universidad y empezaba a militar, en mi pueblo no había marchas, aunque sí hubo un centro clandestino, una tapera destruida al costado de la ruta que yo cruzaba todos los días para ir a la primaria. Un día la tiraron abajo sin más, antes de que se recupere como espacio de la memoria. Ahora hay un cartel.

Yo de la dictadura sabía, porque leí un libro de Elsa Bornemann “Los Desmaravilladores” y a los 14 una tía zurda, amiga de mamá, me regaló “Los sapos de la memoria” de Graciela Bialet. Lo leí en una noche con desesperación, el personaje principal tenía mi edad y nunca había sentido esa empatía. Al otro día me declaré zurda, me compré un cuadro del Che en un kiosco y lo colgué en el mismo clavo en que antes había un rosario gigante de una abuela, que mi mamá puso cuando yo era chica; más por estética que por religión. Volviendo al tema, nunca más falte a una marcha hasta la pandemia, nunca más dejó de conmoverme y nunca más dejé de leer, pensar y luchar por el Nunca Más.

Toda esta introducción larguísima aunque real, calculo que es mi forma de justificar por qué yo, que no viví la dictadura, que no soy hija, nieta o bisnieta de desaparecidos escribo sobre el 24 de marzo. Y sí, pensar en cómo me mueve a mí, me dio una perspectiva contemporánea.

Yo no viví la dictadura, ni el juicio a las Juntas, ni siquiera la caída de las leyes de impunidad. Yo no viví la dictadura, participé humildemente de las marchas masivas, del juicio a Menéndez (el principal represor de mi provincia) y del repudio al 2x1, hace unos años.

Yo no viví la dictadura y no fui protagonista en esa lucha. Yo no viví la dictadura y aún así todo lo que sé, lo aprendí en esa lucha.

Y lo digo un 24 de marzo, porque hay luchas que no sólo tienen un objetivo, sino que lo exceden y ayudan a crear nuevas conciencias y nuevas luchas. Y la memoria, entonces, no es un tema del pasado sino del presente y sobre todo del futuro. El Nunca Más parió una conciencia colectiva de lucha contra la impunidad y las muchas formas de violencia estatal, patriarcal, capitalista y colonial. Y esa es una lucha presente. 

Carlos Jauregui dijo en una entrevista : “¿Qué tenemos?. Tenemos memoria y sin embargo, no nos alcanza,estamos enloquecidos por hacer justicia”  y dijo también que las diversidades, y las mujeres agrego yo, fuimos víctimas predilectas del régimen militar.

Para avanzar en la reestructuración económica, política, social, sindical y cultural del país, el plan genocida buscó disciplinar y aniquilar a una clase obrera que cuestionaba y enfrentaba al capital. Y para garantizar esa reestructuración, también impuso un “disciplinamiento de género” y desarrolló un particular ensañamiento sobre quienes eran consideradas doblemente transgresoras, del sistema y de su aliado indiscutible, el patriarcado. 

La dictadura condenó con particular ensañamiento a las “subversivas” que cuestionaban con sus prácticas los mandatos y roles asignados. Aunque sólo en 98 de los casos juzgados se reconocieron los abusos y violaciones contra la integridad sexual de las detenidas, la crueldad está más que documentada. La política de disciplinamiento de las mujeres contó con la colaboración invaluable de la jerarquía de la Iglesia Católica. Y como tenemos memoria no solo los queremos juzgar, también vamos a separar a la Iglesia del estado. 

Porque de las subversivas, y de las madres y las abuelas aprendimos nosotras.Y ahora capaz me entiendan cuando digo que yo, que no viví la dictadura, todo lo que sé, lo aprendí de esa lucha, y probablemente también muchas de ustedes. Porque fueron esas mujeres y diversidades las que nos trajeron hasta el “Ni Una Menos”, el “Matrimonio Igualitario” y el “Aborto Legal”.

Lo otro que aprendí es que el horror fue en el fondo una política económica. Y yo no viví la dictadura pero mi país arrastra una deuda inmoral, ilegítima y fraudulenta desde entonces. Una deuda que ahora tiene un nuevo capítulo de iguales características. Y eso sí lo viví, lo vivo y lo van a vivir mis hijos si no paramos el sometimiento colonial en el que nos metió la dictadura. 

Este 24 de marzo, la memoria es con el cuerpo en la calle y vamos a la cita conmovidos, pero también con la marca  de los golpes que recibimos. Con derechos sociales, políticos, económicos y humanos que la lucha del pueblo logró, en riesgo de perderse. Perderse en el 50% de pobreza, en precarización laboral, en la falta de trabajo que condena a la supervivencia a muchos y sin resolver la violencia estatal, que de 1983 a 2021 lleva 8.171 asesinados por las  fuerzas de seguridad. Por eso necesitamos recordar que cuando decimos Nunca Más, es también, pobres, sometidos y endeudados nunca más.

Este 24 de marzo el abrazo es por la memoria, la verdad y la justicia que nos quedó pendiente en 2020, pero es también un compromiso, para enfrentar las políticas del pasado con políticas para el futuro. Para exigir la libertad de todos los presos y presas políticas, y también la libertad de decidir sobre nuestras vidas, de hacer nuestra historia, porque para atrás no se sale, es para intentar cambiar las reglas y no permanecer presas de ellas. 

Y yo no viví la dictadura pero la lucha me demostró que la historia la hacemos las mujeres, el pueblo, que nuestra palabra vale y que la lucha siempre sirve. Nos vemos en la Plaza.

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