Por: Victoria Marro

Ok, sacamos la prohibición, nadie dice que acceder a un aborto sea  fácil, pero de muchas formas sacamos la prohibición y no sólo por lo legal, Mis compañeras y yo (sí, yo tambien) sacamos  al aborto del tabu,de la ilegalidad y del silencio. Ahora nos queda la decisión. Decidir no tener, no criar, no educar, no parir,  no “amar como se ama a un hijo”, no maternar. Una decisión de la que también hay que hacerse cargo para toda la vida.

Tengo 32 años, una pareja estable, un trabajo (o varios), vivo en la capital, soy blanca, de clase media y evidentemente me cuesta menos reconocer mis privilegios que soltarlos. Viajé desde la adolescencia hasta acá diciendo que no quería tener hijos, y un día cambié. A lo mejor porque algunas de las mujeres que más admiro, mis amigas, mis compañeras, fueron madres, me cuesta reconocer de dónde viene el deseo. Pero aún no soy madre, justifico la postergación en pos de condiciones materiales, de tiempos, del freelancerío al que estamos condenados los millennials, a que no decidí aún si parir o adoptar, a que mi compañero no estaba convencido, pero siempre defendiendo ¿mi? deseo. ”Yo voy a ser madre”, aunque cuando quedé embarazada no dudé ni dos minutos en abortar, la sola idea de no poder por algún motivo me ahogaba, eso me ahogaba, que algún motivo que no era racional no me dejará abortar, no la ilegalidad, no el precio, no el miedo, no en qué condiciones. Me ahogaba la inminente posibilidad de ser madre.

Ser madre me da miedo, no ser madre, me da mucho más miedo. Somos una generación de transición, algunas de nosotras vamos a decidir no maternar, entonces en 30 años las viejas sin hijos seremos parte de una realidad cotidiana. Las viejas que “eligieron” no tener hijos, las que sin tener ninguna dificultad para ser madres no fueron madres seremos una parte  de la sociedad, como los divorciados, las familias monoparentales, o las igualitarias, pero en el 2021 los ejemplos escasean y la decisión pesa. ¿Hay futuro para las viejas sin hijos? ¿Qué futuro?.

Con mis amigas buscamos ejemplos, necesitamos ejemplos -mujeres de más de 60 sin hijos-, conocemos pocos, ninguno demasiado alentador, ninguno decidido conscientemente. En todos hay algún impedimento físico o social, no podía o no encontró pareja y tenerlo sola no era una opción en ese momento, en el mejor de los casos sólo “no sucedió”. Conocemos miles de historias felices de maternidad deseada, también de no deseada y también muchas historias de madres tristes. Pero no hay a mano muchas historias de no maternidad, mucho menos feliz. Lo conocido o lo desconocido no es un saber individual, sino colectivo: yo no conozco Europa, pero no pongo en duda su existencia como continente. La felicidad sin hijos, sin la familia que la norma establece, nos es desconocida y  quiera o no pongo en duda su existencia, no hay a mi alrededor ejemplos, es una opción sí, pero difusa. Tomar la decisión de lo desconocido, elegir lo que aparentemente nadie elige.

¿Podemos construir un deseo de no maternar? ¿Se construyen los deseos? ¿Que lo impediría? ¿Sólo es un problema de referentes, de falta de ejemplos? ¿Y la maternidad es un deseo construido? Aún cuando construido no quiera decir consciente, y entonces ¿se puede deconstruir?

Marx explicó hace como 150 años que en el mercado capitalista las y los obreros venden sus capacidades de trabajo (físicas y mentales que existen en la corporeidad) y que el salario es el valor de cambio de la fuerza de trabajo y es inferior al valor creado (he ahí el "secreto" de la explotación) y que su "valor" se determina por el tiempo de trabajo necesario para su producción y reproducción. Como capacidad laboral sólo existe en individuos vivos, necesita que se reproduzcan a dos niveles, o sea que se conserven y se multipliquen para que pueda perpetuarse el mercado.

Los hijos son un tipo de mercancía especial, pero su producción y reproducción no está asegurada por el mercado, sino que es producida en el marco de una institución específica, la poderosísima y amada familia. Al reproducirse a sí mismos los y las obreras se reproducen para el capital. Y aunque no igual, la estructura familiar conserva el carácter privado e individual que la producción capitalista da a las relaciones sociales, así la familia es fundamentalmente conyugal y nuclear. Y en las sociedades periféricas, la reproducción de la fuerza de trabajo, los hijos, adquiere un peso específico. Hay algo así como una geografía de la reproducción.

El desarrollo desigual que caracteriza  la economía, es también geográfico y  está construido e influenciado por relaciones de poder que a simple vista dejan ver que a menor ingreso per cápita, mayor tasa de natalidad (1). Pero no es la pobreza la que produce hijos, es el rol asignado en la división del trabajo, que indica que además de materia prima tenemos que producir mano de obra. Por eso, estructuralmente todo los resortes institucionales y morales del sistema trabajan para que la posibilidad de no tener hijos este invisibilizada y en la mayoría de lo países del sur incluso esté penada (2).

Por: f3millenial

Y aunque yo entienda, asimile, corrobore e incluso comparta la teoría, la forma en que tener hijos se vuelve un deseo individual pero compartido por casi todos los que me rodean, me resulta tan poco identificable como encontrar la manera de construir o respetar el deseo opuesto sin padecerlo. Me encantaría desentrañar cómo opera la cultura para el mantenimiento de la descendencia, pero la maternidad es un mandato teológico, político, social, económico y sin duda no es posible desarmarlo individualmente, como no es posible desarmar el patriarcado sola, ni el sistema que los ampara y reproduce. Aunque hay en lo colectivo esperanzas.

Y si no logramos construir, sostener, defender el deseo de no maternar, no al menos con la rudeza que la palabra deseo tiene, podemos al menos elegirlo, y no desde la idea  de la “elección” como algo intelectual y libre, sino desde la ambigüedad, desde esa autonomía chiquita que algunas mujeres tenemos sobre nuestras vidas, podemos elegir a pesar del poder que limita las “elecciones” posibles.

¿Puede nuestra generación ser las hijas sin hijos? Si elijo no ser madre sería la primera mujer de todo mi familia materna y paterna en no serlo. Hacernos cargo de las libertades nuevas que nos otorgamos a nosotras mismas, no implica menos dolor, contradicción, ni dudas pero tendremos que asumirlas, como hicieron las abuelas solteras que criaron un hijo, o las y los homosexuales que lo llevaron a la escuela en un pueblo del interior en el 2000, tendremos que hacernos cargo de la elección posible, porque así se construye futuro, creando mundos y vidas posibles, desde el mundo que existe o a las patadas con él. 

Bienvenidas las ganas de averiguar ¿Que somos las que no somos madres?

(1)  Paradoja económico-demográfica: se produce una correlación inversa entre el ingreso per cápita y la tasa de natalidad. A más ingreso, menos hijos.

(2)  Ver mapa mundial del aborto legal elaborado por el Centro por los Derechos Reproductivos (CRR, por su sigla en inglés).

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