En el tercer encuentro del taller “Medios de comunicación y trabajo, ¿una agenda compartida?” hablamos del lenguaje inclusivo como otro medio para evitar reproducir estereotipos de género. Comenzamos preguntándonos por qué enoja tanto su uso; porque decir una palabra con “e” o usar la “x” despierta esa violencia inusitada que vemos, principalmente, en las redes sociales; qué se esconde detrás de ese rechazo.
Todes les participantes del taller coincidimos en la misma respuesta: el lenguaje inclusivo enoja tanto porque cuestiona privilegios. Pero para entender esto, primero debemos entender qué es el lenguaje sexista. El lenguaje sexista es otra forma de perpetrar estereotipos de género y reproducir la lógica de la masculinidad heteronormativa como ente dominante. Esto no es casual ni caprichoso, forma parte de una estructura de pensamiento androcentrista que, justamente, el lenguaje inclusivo desarma. Al dejar de tomar al varón como norma y de utilizarlo para generalizar, se lo corre del centro. Eso es lo que molesta, que se cuestione el lugar de privilegio del hombre hétero cis en la sociedad. El lenguaje es la base de nuestro pensamiento abstracto; nosotres pensamos en lenguaje, ergo, cambiar su estructura significa cambiar la estructura de nuestro pensamiento. Al nombrar a todas las identidades, les estamos regalando existencia, porque lo que no se nombra no existe; las estamos sacando de ese lugar de otredad para ponerlas en el centro de la escena.
La mejor forma de empezar a cuestionar el privilegio de ser nombrade es saber reconocer el lenguaje binario. Por ejemplo, al usar plurales masculinos se invisibiliza cualquier otro tipo de identidad y, muchas veces, se reproduce también la división del trabajo por género (al hablar de “científicos” y “maestras jardineras”, por ejemplo); el uso de diminutivos para hablar de mujeres y disidencias o la anteposición del posesivo para referirse a una mujer (“la mujer de”) son formas de trato asimétrico que dan más jerarquía al hombre; en muchos casos, hay palabras que adquieren diferente significado según se utilicen en femenino o masculino (duales aparentes) y (¡oh, sorpresa!) en su acepción femenina tienen connotación negativa; en otros casos, existen expresiones que se asocian directamente con los varones y no tienen su equivalente en femenino y viceversa (“hombría” o “instinto femenino o maternal”, por ejemplo).
El lenguaje inclusivo está ganando terreno, especialmente entre las nuevas generaciones, pero para les adultes muchas veces es difícil de utilizar en el ámbito laboral, en especial para quienes trabajan en medios de comunicación. Por eso, dejamos algunos recursos inclusivos dentro del lenguaje “exclusivo”: utilizar términos genéricos, colectivos y abstractos, como “la ciudadanía” o “la población”; construcciones metonímicas, como “dirección” o “secretaría”; formas no personales o estructuras con “se”; palabras y pronombres sin marca de género, como “comunidad” o “cónyuge”; anteponer la palabra “persona”; sustituir sustantivos por adjetivos, como “el equipo directivo”, en lugar de “el equipo de directores”, y utilizar preposición seguida de sustantivo, como “con habilitación” en lugar de “habilitado”.
Pero el lenguaje no se expresa solo de forma escrita y, como comunicadorxs, debemos tener en cuenta el lenguaje visual y el auditivo. El lenguaje visual también puede resultar sexista, ya que no suele haber diversidad de identidades sexuales, etnias y corporalidades. La representación de las mujeres en medios y publicidades responde a la visión del varón y nos deja el mensaje de cómo debemos vernos y actuar. A su vez, la invisibilización de las disidencias también responde a la lógica binaria del lenguaje. En el caso de la producción radial, las voces femeninas son pocas y muchas de las que existen se masculinizan bajo la excusa de que el sonido agudo produce saturación. Una vez más, para poder trabajar, las comunicadoras debemos adecuar el mensaje al medio, es decir, masculinizar nuestras voces y cambiar nuestros cuerpos para poder enunciar, para poder ser representadas, no solo por medio del lenguaje oral y escrito, sino también por medio del lenguaje visual y auditivo.
Muchas veces se discute la importancia del lenguaje inclusivo, incluso hacia adentro del feminismo. Si tenemos en cuenta que el lenguaje es la base de nuestro pensamiento, nuestra herramienta para comunicarnos y relacionarnos, vamos a entender que enunciar es tener poder. Como comunicadorxs, debemos apropiarnos de la enunciación y cambiar los significantes para así poder crear nuestros propios significados.
Mañana es el último encuentro, ¡pero volvemos a empezar en noviembre! Inscribite acá:
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