Hace un tiempo me topé en Twitter con una discusión sobre la película “Cuties”. Había salido el tráiler hacía poco y en las redes estaban acusando a Netflix de promover la pedofilia. Miré el tráiler, leí un poco sobre el argumento y, la verdad, la historia como estaba vendida no me pareció para nada extraordinaria ni interesante y ni me dieron ganas de comprobar si las acusaciones eran ciertas. Pero poco tiempo después de que se estrenara, me picó el bichito de la intriga y la miré. Mi veredicto sobre la película es: no es para tanto. No es para tanto la película en sí ni son para tanto las acusaciones.
La historia, al principio, es bastante básica: Amy, una nena musulmana de 11 años que vive con su madre y hermano es una chica tímida, obediente, que vive para complacer a sus mayores; conoce a Angélica, una nena de su misma edad, pero mucho más desinhibida, con actitudes de chica adolescente. Amy se ve inmediatamente atraída por el mundo de Angelica y sus amigas, otras chicas de su edad que bailan reggaetón, se visten como si tuvieran 20 años y usan asiduamente las redes sociales. Ella se une al grupo y juntas van a buscar ganar un concurso de baile.
A simple vista, es una historia típica de autosuperación en la que la protagonista desafía a su familia conservadora para cumplir su sueño de bailar, nada nuevo. Pero Cuties esconde otro dilema: Amy descubre un mundo nuevo, en el que aprende que, para la sociedad, parte de ser mujer significa ser un objeto; que crecer significa convertirse en objeto. Lo ve en su madre, que tiene que aceptar alegremente que su padre tenga una segunda esposa; lo ve en sus nuevas amigas, que a los 11 años están hiper-sexualizadas, y lo empieza a reproducir en ella misma.
La película gira en torno al dilema de Amy de abandonar la niñez para tomar uno de dos caminos: o ser la esposa modelo de una sociedad antigua y patriarcal o ser la adolescente perfecta de una sociedad moderna… Pero también patriarcal. Ahora bien, ¿sexualiza a las niñas? La respuesta es sí, pero lo hace a modo de reflejo de lo que el sistema en el que esas niñas conviven provoca. Los dos caminos entre los que se debate Amy tienen un mismo resultado, ya sea que decida ser la esposa abnegada o la adolescente que consume rebeldía, se convertirá en un objeto.
El mayor problema con Cuties es, a mi entender, el marketing. Netflix la vendió casi como una comedia, una película divertida sobre un grupo de niñas que quieren ganar un concurso de baile y en la que no se problematiza el dilema de las jóvenes que se ven empujadas a sexualizarse a muy corta edad. Si bien la película trata un tema interesante, la historia es bastante básica y oscila constantemente entre la película obvia de autosuperación y la crítica social, sin profundizar demasiado. Realmente, no era para tanto.
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