Por: San Pérez

Cuando conocemos a personas nuevas, a partir de detalles de su persona (vestimenta, edad, rasgos físicos, etc.), es común que se generen en nosotrxs sentimientos de rechazo, ternura, atracción, apatía, miedo, etc. Estos sentimientos contribuyen a la formación de una imagen de cómo creemos que puede ser esa persona. Sin embargo, nos permitimos (o deberíamos permitirnos) dudar de ese prejuicio hasta conocerlas mejor, a pesar de que sabemos que es difícil no asumir como cierta esta percepción. Esto es debido a que nuestra subjetividad, constituida por nuestra experiencia de vida, clase social, género, etc., condiciona nuestra mirada llenándonos de múltiples sesgos.

Existe un sesgo en particular que está presente en muchísimas personas que se definen cisheterosexuales. Por ejemplo, ¿cuántas veces le preguntaron a una nueva compañera de trabajo mujer si tiene noviO? ¿Cuántas veces le mostraron a un compañero varón la foto de una chica asumiendo que le va a resultar atractiva? El hecho de que una persona se identifique como mujer o varón, y sobre todo si su aspecto físico se asemeja bastante al modelo esperado por la sociedad, parece ser motivo suficiente para asumir este prejuicio naturalizado. Ser cis, y sobre todo cisheterosexual, conlleva a asumir que la orientación sexual de las demás personas es la misma que la propia. En otras palabras, que mi sentir es “El sentir”.

Por otra parte, la incomodidad. Si la persona no es cisheterosexual o simplemente su apariencia se sale de la cisheteronorma, aparece el silencio. ¿Acaso es un silencio producto del miedo a preguntar? ¿Silencio reflejo de un tabú aún más que presente en la actualidad? Lo cierto es que ese silencio no es inocente invisibiliza, oculta, le quita la voz a las diferencias. Lo no dicho, al final, termina diciendo todo. Grita que cuanto más te alejes de la norma peor la vas a pasar. Ese silencio calla, tapa, oculta, lastima y excluye otras maneras de ser y de sentir.

De ahí la importancia de visibilizar otras identidades y orientaciones, de decir soy lesbiana, soy no binarie, no asumas mi género, pregúntame mis pronombres, preguntame a mí también cómo fue mi primera vez, cómo la pase con mi pareja el fin de semana, cómo percibo el mundo. Todo esto aturde, molesta e incomoda. Porque todas estas palabras nuevas, etiquetas, lenguaje inclusivo, no hacen más que visibilizar las diferentes maneras de ser y sentir. Vienen a ocupar un lugar donde antes estaba el silencio, vienen a ponerle palabras a algo que ya existía, pero que no podía ser nombrado.

Debemos dejar de pensar que nuestro sentir es El sentir porque lo único que hacemos es decirle a lxs demás: “Sos esto o no sos nada”.

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