¿Qué es la cultura de la violación y del silencio? ¿Cuándo un comportamiento empieza a ser abuso? The Morning Show plantea todas estas preguntas y más de una forma magistral. La historia empieza con una acusación de acoso sexual hacia Mitch Kessler, el presentador del noticiero matutino más importante de EEUU. Esto se da en medio de las denuncias contra Harvey Weinstein y la explosión del movimiento Me Too, por lo que a los productores (todos hombres) del programa no les queda otra opción más que echarlo. Todas las miradas quedan puestas entonces en su copresentadora, Alex Levy, quien va a pelear por mantener su lugar en el noticiero.

The Morning Show no se centra tanto en la historia de lo que hizo Mitch Kessler, sino en todo lo que genera. La denuncia no es el foco, sino el detonante que obliga a todes dentro del programa a replantearse qué hacían mientras todo esto sucedía. La pregunta “¿Quién más sabía lo que estaba pasando?” surge una y otra vez. Esta es una de las pocas series que no presenta al abusador como un monstruo, sino como un hijo sano del patriarcado, que se creía con derecho a disponer de todas las personas, y a les demás como partícipes, que naturalizaban desde el chiste sexista, pasando por el comentario violento e inapropiado, hasta el abuso.

Pero esta serie también pone sobre la mesa otra cuestión, que es el lugar de las mujeres en el medio. Mujeres con una fecha de caducidad mucho más temprana que la de los hombres, mujeres que tienen que hacer muchos más sacrificios para ganarse sus lugares, mujeres que no acceden a los puestos reales de poder. Mujeres que aprenden a ceder para ganar lugar, a tener que negociar lo que les corresponde y tener que demostrar constantemente que merecen estar ahí. Mujeres que pagan las consecuencias en su vida personal por crecer en sus carreras, como si tuvieran que elegir entre una cosa y la otra. The Morning Show no es solo la historia de un abuso cometido sobre una mujer, sino que es la historia de todos los abusos y de todas las mujeres.