Columna de opinión, escrita por la referenta del MST, Cele Fierro, sobre la necesidad de que el aborto sea legal, seguro y gratuito.
16 de marzo de 2020
Cele Fierro, dirigente de Juntas y a la Izquierda-MST
Dicen que es posible medir la propia fuerza por la respuesta del enemigo. Y en una verdadera maratón feminista, el 7M con un picadito en Plaza de Mayo en el día de la visibilidad lésbica, el 8 en el pañuelazo verde ante la Catedral con nuestras jóvenes vikingas al frente y el 9 en la masiva marcha a Congreso, un blanco de nuestro reclamo fue la Iglesia Católica, que salió a responder a nuestra lucha por los derechos de género.
El 8 de Marzo, en nuestro día, montó una provocadora misa en Luján “por la vida y las mujeres”. No podíamos dejar pasar semejante reto de esa institución medieval, que anteayer se opuso al divorcio, ayer al matrimonio igualitario y hoy a nuestro derecho elemental a decidir. Por eso nuestros pañuelos verdes se atan cada vez más no a los celestes antiderechos -como pidieron algunes-, sino a los pañuelos naranjas para separar la Iglesia del Estado y dejar de subsidiar la educación religiosa.
Nuestras voces exigen aborto legal ya. Los cientos de miles de pibas y mujeres que inundamos las calles del país movemos el amperímetro. Si ayer Macri abrió el debate parlamentario y hoy Fernández presenta un proyecto es por nuestra marea verde. Pasamos frío, lluvia, noches en vela y luego la alegría de conquistar la media sanción en Diputados. El revés del Senado no logró mermar nuestra fuerza.
Pero surge una duda genuina. Si ya nuestro proyecto, el de la Campaña, está en las calles y logró media sanción, ¿por qué presentar uno distinto? ¿Será que la visita presidencial al Vaticano no es sólo protocolar y se pretende incluir limitaciones? La crisis del coronavirus postergó la presentación oficial, pero alertamos sobre el probable intento de recortar nuestro derecho.
¿El proyecto oficial mantendrá el plazo de 14 semanas o lo limitará a 12? ¿Habrá cambios en la edad? ¿Se incluirá o no la objeción de conciencia institucional, que al no incorporar la práctica del aborto al Programa Médico Obligatorio (PMO) excluye a las obras sociales, prepagas y clínicas privadas, que son el 66% de la cobertura de salud?
No queremos una legalización trucha: queremos el aborto legal por razones de salud pública, justicia social y derechos democráticos de las mujeres y demás personas con capacidad de gestar. Pero como la Curia y sus socios evangélicos ven al gobierno dispuesto a ceder, van a seguir presionando para cercenar lo más posible nuestro derecho.
Algunos sectores oficialistas proponen adaptarse a “lo posible”. Falso. ¿Acaso a las Madres, cuando iniciaron sus rondas en plena dictadura, no les decían que lograr justicia era “imposible”? ¿Acaso no nos decían que el divorcio era “imposible”? ¿O que era “imposible” anular el Punto Final y la Obediencia Debida o lograr las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género?
Llegar a esta marea verde que encabezan las jóvenes costó años. A partir de una pequeña vanguardia, hoy desbordamos las calles sin pedir permiso, llenas de emoción, de fuerza, dispuestas a todo. Y cuestionamos a este sistema. Como dice el documento unitario leído el 8M ante el Congreso, “somos un movimiento antiimperialista, anticapitalista, antipatriarcal, anticlerical, antirracista”.
Si cedemos al posibilismo escéptico y nos resignamos a las sobras que nos ofrecen desde el poder, estamos al horno. La historia demuestra que, si hay voluntad política y movilización, lo que parece imposible se vuelve posible. Hagamos entonces posible lo necesario: aborto legal, sin ningún recorte clerical.
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