Uno de los mitos más enquistados en la actualidad gira en torno a pensar que, pasados los 60, las personas no tienen una vida sexual activa. Poder empezar a romper con las representaciones hegemónicas en torno a la sexualidad implica, entre otras cosas, hablar sobre les marginades del imaginario social, en este caso: les adultes mayores. Si, les viejes también son sujetes deseantes, tienen relaciones sexuales y disfrutan de la autosatisfacción erótica, pero a pesar de ello su sexualidad está completamente invisibilizada.
En las producciones culturales, la sexualidad de les adultes mayores prácticamente no existe. Hasta Jane Fonda, protagonista de “Grace and Frankie”, una de las pocas series protagonizada por mujeres que superan los 70 años, expresó que la industria del entretenimiento discrimina por edad: “Hay gente que no quiere ver que en una película la gente mayor besa a alguien o tiene sexo con otra persona mayor”.
No se quiere ver lo que no es hegemónicamente aceptado y al mismo tiempo, lo que no es hegemónicamente aceptado no es representado, lo que reproduce la invisibilización.
La negación de la sexualidad de las personas de edad avanzada va de la mano con su infantilización, se los denomina “abuela/o” y se los trata como infantes. Un ejemplo de esto lo dio el presidente Macri cuando dijo: “De las experiencias más lindas que he tenido en política es cuando visité los centros de jubilados. Me encontré abuelos de más de 80 años aprendiendo Tai Chi, aprendiendo informática, que nunca habían abierto una computadora. Después tuvimos algunos problemas porque tuvimos que cancelar algunas cuentas porno, porque batían el récord de pornografía. Los abuelos sí, estaban tremendos. Esto es verdad, eh, esto es científico...Pasó en el hogar San Martín, estaban como locos”.
Les adultes mayores son víctimas de un paternalismo que les trata de abueles (tengan o no nietes) y que les obliga a ser tiernes, y empátiques. No tienen derecho a la intimidad y, por sobre todas las cosas, no se les considera sujetes deseantes, que mantienen una vida sexual activa.
Por otra parte, establecer al coito como sinónimo directo de relación sexual marginaliza prácticas sexuales diferentes, al tiempo que genera frustración en aquellas personas que se ven impedidas de llevarlo a cabo, ya sea por algún impedimento físico o porque su placer no pasa por penetrar o ser penetradas. No solo los cuerpos jóvenes y hegemónicos mantienen relaciones sexuales, y las mismas no se reducen al coito. Poder pensar y hablar de la vida sexual de les viejes va en línea con empezar a romper con la concepción falocéntrica de la sexualidad y visibilizar a les marginades del imaginario social.
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