En agosto del año pasado, el Juzgado de Familia N°4 había prohibido a Alejandro Cejas acercarse a menos de 300 metros de Gisel Varela. A pesar de haber violado la perimetral en reiteradas oportunidades, Cejas continuaba en libertad. Gisel murió con la orden en su cartera.

El hombre la abordó en la parada de colectivos cuando ella iba a trabajar y luego de quitarle el arma reglamentaria, la mató. Las heridas fatales fueron en el rostro y en el cuello ya que la mujer tenía el chaleco antibalas colocado.

El portero del edificio donde ella vivía dijo a los medios que Gisel se había comunicado con él porque el hombre violaba la orden perimetral constantemente y los días miércoles y jueves, él lo había echado del edificio. El portero además aportó los mensajes que intercambió la víctima horas antes de su muerte. Los vecinos y vecinas ya lo conocían. La había molido a golpes a Gisel en la puerta del departamento y cuando fue detenido, ella descubrió que las llaves que pensó que había perdido las había robado su futuro femicida.

El temor y el acoso que sufría Gisel quedaron registrados en un papel y en un chat de whatsapp.  Las ordenes perimetrales no sirven, porque la justicia no actúa cuando no las cumplen. Los botones anti pánico no alcanzan. La justicia machista no es justicia y si no cambia van a seguir muriendo mujeres todos los días.